Según los autores de la revisión de salud mental a largo plazo, los niños y adolescentes solitarios pueden sufrir depresión en el futuro.
Se acaba de publicar un estudio en el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry que explora los problemas del aislamiento, la soledad y la salud mental de los jóvenes de 4 a 21 años.
Según él, las personas jóvenes y solitarias pueden tener tres veces más probabilidades de deprimirse en el futuro, y el impacto de la soledad en la salud mental puede durar al menos 9 años.
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La investigación destaca el vínculo entre la soledad y un mayor riesgo de problemas de salud mental para los jóvenes. También hay evidencia de que la duración de la soledad puede ser más importante que la intensidad de la soledad para aumentar el riesgo de depresión futura.
La Dra. Maria Loades, psicóloga clínica del Departamento de Psicología de la Universidad de Bath, quien dirigió el estudio, explicó: “Nuestro análisis muestra que existen fuertes vínculos entre la soledad y la depresión en los jóvenes, tanto a corto como a largo plazo. Sabemos que este efecto puede retrasarse, lo que significa que puede llevar hasta 10 años comprender realmente la magnitud del impacto en la salud mental que ha causado el coronavirus y la crisis del aislamiento forzado.
Existe evidencia de que la duración de la soledad, a diferencia de la intensidad, parece tener el mayor impacto en las tasas de depresión en los jóvenes. Esto significa que, por supuesto, es importante restablecer cierto grado de normalidad lo antes posible. Sin embargo, la forma en que se maneja este proceso sí importa cuando se trata de moldear los sentimientos y experiencias de los jóvenes sobre este período, agregó.
Los miembros del equipo de revisión también participaron en una carta abierta reciente al secretario de educación del Reino Unido, Gavin Williamson, centrada en apoyar el bienestar social y emocional de los niños durante y después del parto. En su carta, sugirieron que:
- La flexibilización de las restricciones debe realizarse de manera que permita a todos los niños tiempo y oportunidad de jugar con sus compañeros, dentro y fuera de la escuela, e incluso manteniendo las distancias sociales;
- Las escuelas deben contar con los recursos adecuados y una orientación clara sobre cómo apoyar el bienestar emocional de los niños durante el período de transición cuando las escuelas reabren y el juego, no el progreso académico, debe ser una prioridad en este momento;
- Los beneficios sociales y emocionales de jugar e interactuar con los compañeros deben estar claramente establecidos, junto con pautas sobre los riesgos objetivos para los niños.
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